Antojos en el embarazo
Me apuesto a que todos los que no hayáis vivido los antojos en el embarazo creéis que es algo fantástico que nos permite comer lo que queramos con total impunidad, ¿verdad? ¡JA! ¡Nada más lejos de la realidad!
Los antojos, algunas veces, nos provocarían tanto asco en una situación hormonal normal que no lo podríamos soportar... En serio, no podríamos.
¿Odias las anchoas? ¡Pues las vas a desear con todas tus fuerzas! ¿Qué tal un pequeño asco al queso? Pues no te preocupes, con el embarazo se te va a quitar ¿No te gusta la leche? ¡No pasa nada! ¡Se acabaron los traumitas alimenticios!

Mezclas imposibles, alimentos que en la vida han entrado en tu casa, cosas que jamás creíste que comerías...
Eso sí, no te preocupes mucho por ello, el antojo puede durar todo el embarazo, una semana, un día, o en el mismo instante en el que lo pruebas. Jamás tuviste tantos botes diferentes en casa sin apenas abrir o probar.
A veces incluso compramos cuatro latitas de anchoas porque que ganas tengo de comerlas, y están en la despensa diciéndote hola muy tristes porque después de la primera ya no las quieres ni ver (¡Y tengo pruebas! Ahí están unas cinco latas de calamares rellenos que compré en la semana 11)

Pero puede pasar todo lo contrario, y eso fastidia todavía más: que lo que te encanta sin barriguita ahora lo odies nivel: no puedo ni olerlo o vomito.
Puedes vivir la parte suave, que es que simplemente no te apetezca, y esa fastidia menos. Pero si vives la extrema (la de no soporto mi comida favorita) sientes una desidia incomprensible.
Y es que el asco que se siente durante, sobre todo, los 3 primeros meses de embarazo a algunos alimentos es de las peores sensaciones que he experimentado.
Cuando no puedes ni entrar a la cocina, ni muchísimo menos cocinar, porque todo te resulta vomitivo, saltas al nivel experto: ser una mártir de tu embarazo.
Y ya no os hablo de las náuseas con sus correspondientes visitas al lavabo (a veces) tan sólo hablo del asco que te da, por ejemplo, cualquier carne del universo o las empanadillas (sí, en serio, me ha pasado. Una auténtica pesadilla, lo se...)
Y os pondré un ejemplo de pesadilla: El pollo de mi suegra.
Hace unas semanas decidió venir de visita y traernos su maravilloso "pollo al cava". - Es que está muy bueno y la última vez que lo traje a las niñas les gustó mucho.
¿Sabéis aquella época en el embarazo en la que si salís a comer fuera vais a lo seguro, porque probablemente si elegís algo que os entra por los ojos y luego os lo ponen delante se lo va a comer Rita la cantaora porque vosotras ni de coña? Pues eso...
Plato de pollo enfrente... A esta preñada que le empieza a dar repelusete... Suegra que dice: "uy, pero te he puesto muy poco pollo, ¡trae que te pongo más!" Pelea de Titanes por el plato: - No, no, ¡qué va! ¡Tengo suficiente! - Que no mujer, ¡que ha sobrado mucho! - No, no quiero más, gracias - ¡Trae el plato! ¡No seas así! Hay un táper con mucho más pollo (tirón de plato) - Vale, pues para las niñas mañana (vuelta al tirón de plato) - ¡Pero no hace falta! ¡Sobrará más seguro! Que está muy bueno - Sí, sí, huele muy bien (pequeña arcada) pero es que no tengo mucha hambre (¡MENTIROSAAA!) - Es que yo creo que tienes muy poco - Bueno, si quiero más ya iré a ponerme (que ni de coña, ya te lo digo ahora así en bajito y sin que te enteres)
Primer paso: Remover la comida en el plato para ganar tiempo "Mmm, ¡qué pinta!" (Vas a ir al infierno por mentirosa) Segundo paso: Coges el trocito más pequeño y haces como que te lo llevas a la boca, reculas. Tercer paso: Te está mirando, no te queda más remedio, te metes el trozo en la boca y le sonríes... - Está bueno hija? - Sí, muy bueno... Cuarto paso: Ya no te mira, así que cambias la sonrisa por una mueca de asco y masticas así de medio lado como si de esa manera no notaras el sabor... Quinto paso: Tu genial y adorada hija pequeña necesita hacer pipí y quiere que la acompañe la abuela. GRACIAS. Sexto paso y el más importante: En cuanto la pierdes de vista le echas el pollo a tu marido, tu marido te mira mal porque no quiere más y te lo devuelve. Séptimo paso: Le pides por favor que se coma el puto pollo. Se niega. Octavo paso: Volver a pedírselo con mucha cara de pena a ver si se apiada de ti, pero tu marido es un ser sin sentimientos ni empatía, no lo quiere. Piensa rápido que tu suegra va a volver. Noveno paso: Corre torpemente a la cocina y vacía el plato donde tu suegra nunca vaya a mirar, no importa donde, solo tíralo muy rápido. IMPORTANTE: No olvides volver con el plato. Décimo paso: Hazle a tu otra hija el gestito del silencio, que la muy capulla es capaz de chivarse. Colócate el pelo y la ropa, coge el tenedor y espera a que tu suegra vuelva. Undécimo paso: Mírala satisfecha y di aquello de: ¡Que rico estaba tu pollo! Cruza los dedos para no volver atrás en el tiempo con aquello de: “Dame el plato que te pongo más“ Aunque es más que probable que te pase eso, así que tan sólo di: "Uff ¡Estoy llenísima ¿eh? El pollo es contundente" Duodécimo paso: Espera a que tu suegra se vaya (reza todo lo que sepas para que sea pronto) para atacar la nevera, porque te has quedado con más hambre que Carracuca.

Los antojos aparecen de repente y sin previo aviso, así como quien no quiere la cosa. Un anuncio de guisantes, una foto de croquetas en las redes sociales, alguien que habla de ensaladilla rusa... Y tu acabas odiando a todo el mundo que ayuda a la aparición de tus antojos, sea quien sea, y eso incluye a tus hijas y sus grandes peleas dialécticas:
- ¡Ere una petadilla! (Pesadilla) - ¡Y tú una quesadilla! Y bueno, por su culpa esa noche tuve que cenar mejicano... Así que, como ya habéis podido comprobar, los antojos no son cosa fácil, sobretodo por aquello de: si no comes lo que te apetece tu bebé saldrá con la marca del alimento que no comiste... Ya sabéis, haciéndonos sentir culpables a las madres incluso desde antes de serlo.
¿Y vosotras? ¿Tuvisteis muchos antojos? ¿Cuales fueron los más extraños?
Hijotada del día:
- Mamá, yo tamién tendé un peniente en la naris. Me creserá de aquí poquito. - Pero los pendientes en la nariz no crecen, se compran y se hacen - Mueno, ahora é mu tade para ilo a comprá, tá oscuro. Ya iré oto día.
¡Hasta la próxima!