Miedos infantiles
En esta casa llevamos tiempo inmersos en los miedos. En esos miedos irracionales, pero grandes como ciudades, los miedos de los más pequeños.
Absorbigirl empezó el colegio y empezaron los más terribles terrores, aunque por suerte han ido in crescendo y descrecendo, dependiendo de la época.
O eso había sido hasta ahora. Llevamos una época in crescendo, in crescendo, in crescendo, y al descrecendo ni se le huele, ni se le espera.
Os habla una mamá que fue una niña miedosa hasta decir basta: a los monstruos y a la oscuridad lo primero, y después ya a muchísimas otras cosas que ni yo misma podía explicar, porque el miedo es eso, miedo, no hay que darle más vueltas.

Cuando me convertí en madre protegí al máximo que no llegase a sus oídos lo típico de: “como no te portes bien vendrá el hombre del saco“ o “cuidado que viene el coco y se te lleva“ o “si no te lo comes todo, un monstruo viene y se te come“ o “no vayas a la habitación que hay un demonio debajo de la cama“
Os digo más, recuerdo a mi abuela cantándole una canción a Absorbigirl cuando era pequeña sobre un coco que se llevaba a los niños que no dormían bien. No necesité intervenir porque la propia Absorbigirl miró muy seria a mi abuela y le dijo: “Yayi, que cosas más raras cantas, el coco no se lleva a ningún niño, el coco se come y está muy rico“.
Os prometo que pensé que lo había hecho bien, que mis hijas no sufrirían esos miedos horribles que yo sufrí, pero NO. Cuando Absorbigirl cumplió los 5 años, de la nada, sin saber porqué, ni cuando, ni como, empezó a tener miedo a los monstruos, a los fantasmas y a la oscuridad.

Aquí empieza un problema añadido:
- Tengo pipí
- Pues ves
- No quiero ir sola, tengo miedo.
- Quiero los colores
- Pues ves a buscarlos
- ¡Acompáñame! ¿Y si hay un monstruo?
- Me he manchado el pantalón
- Busca otro en el cajón
- ¡No! ¡Ven conmigo! ¡Hay fantasmas!
De repente es incapaz de hacer nada sola, y solo con decirle: “No tengas miedo, los monstruos o los fantasmas no existen“, no es suficiente.
Parece que nada funciona, y desespera MUCHO. Y no solo porque tienes que levantarte para acompañarla a la habitación de al lado (que también) es que la ves sufrir y no sabes como acabar con eso.
El spray anti-monstruos funcionó un tiempo. A un pulverizador le enganchamos una etiqueta con un monstruo tachado y lo rellenamos de un mejunje mágico que espantaba a todos los monstruos del mundo. Lo esparcimos por toda la casa asegurando que los monstruos no existían, pero que por si acaso ese contenido los repelía.
No es que estuviese del todo convencida, pero funcionó bastante bien. MIEDO DECRESCENDO.
Pero de repente... CRESCENDO otra vez. ¿Qué ha pasado?
Intentamos cambiar esa visión tan oscura de los monstruos jugando a juegos divertidos con ellos, haciendo dibujos de monstruos buenos, inventando historias divertidas. DECRESCENDO.
Pero a las semanas... ¡CRESCENDO de golpe y sin más!
Al final descubrimos que una amiguita suya del cole les explicaba historias de terror.
El Momo era un cuento recurrente, y llegó a ser un problema importante. Hablábamos con ella, pero nada funcionaba. Habíamos conseguido mantenerla alejada de todos estos rollos 5 años, pero nada más.
Debo confesar que llegué a hablar con la profesora para que se involucrase de alguna manera en este tema, que les explicase a todos que todo eso no era cierto, que eran historias para asustar a los niños.
La profesora lo hizo, pobre, estoy segura de que hizo todo lo que estuvo en su mano, tuvimos unas semanas algo más tranquilas y creímos que habíamos conseguido superar la etapa, pero al poco tiempo las historias continuaron de la mano de otros niños, y se desarrollaron hasta el punto de crear juegos relacionados con el Momo o con otros personajes que aparecían en estos cuentos de terror.
¿Nuestro siguiente paso? Volver a razonar con ella: “Si hablan de estas cosas vete, si te asusta y te da miedo, si te hace sufrir y lo pasas mal, ve a jugar a otro sitio, comparte el tiempo con otros niños y niñas, puedes evitar sentir ese miedo si no escuchas las historias, que aunque no sea ciertas, a ti te afectan“.
Y mientras una que está aquí contandoos esto y que fue niña miedosa también le hablaba a su hija de irse, de no escuchar, de jugar a otra cosa, recordaba al mismo tiempo cuando ella era incapaz de irse de una reunión donde se explicaban esas historias de miedo, porque aunque sabía que por la noche no podría dormir, el morbo de escucharlas era mayor.
Y efectivamente Absorbigirl es incapaz de irse y no escuchar esas historias de miedo, tal como yo lo era (esa cordura solo te la dan los años, y no a todo el mundo)
Y aunque hubo un decrescendo importante que duró una temporada larga, el miedo ha regresado del golpe, dándonos una hostia terrible, es que no lo hemos visto venir, ni cuenta nos hemos dado, pero aquí está de nuevo.
Pero don't cry for me chicas, aún tengo un último cartucho: Los monstruos come-miedos, “los sorgenfresser“.
Son unos peluches geniales con una cremallera en la boca, donde los niños meten sus miedos y estos desaparecen.
En estas Navidades uno cae, pero FIJO, y ya os explicaré como han funcionado ¡Cruzad los dedos por mi!

¿Y los vuestros tienen miedos infantiles? ¿A qué? ¿Como los atajáis? ¿Os funciona algo?
Hijotada del día:
- ¡Quero mi pillaje de Toten!
- Pero el maquillaje de Frozen se lo tenemos que pedir a Papá Noel
- ¡Tonces pírelo!
- Ya lo hemos pedido
- ¿Y poqué no quere traelo?
- Ya lo traerá, aún no es el día
- ¡Po yo quero mi pillaje de Toten!
¡Hasta la próxima, amiguitas!