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Ocio familiar perfecto o postureo


No hace falta que os diga qué significa el ocio infantil o el postureo ¿Verdad? Pero si os digo que a veces van unidos ¿Qué me diríais? Pues que también lo sabíais ¿No?




Pues por si no os queda claro hoy os vengo a hablar de postureo, pero no de cualquiera, os vengo a hablar del postureo en el ocio familiar, y para que os quede muy claro os pondré ejemplos ¿De quién? Pues míos, claro.



Debo de decir que yo no soy nada de postureo, no me gusta demasiado. Soy sincera en exceso sobre mi vida de madre como para intentar hacer creer a los demás que es perfecta, porque es lo más imperfecto y caótico que hay.


Salir con niños no es fácil, eso lo sabemos todos. Salir con los maridos tampoco lo es. El ocio familiar no es sencillo desde el mismo momento en el que salimos de casa, no me digáis que no, puñeteras, que lo sabéis igual que yo.


Que levanten la mano todas las que tienen una pequeña o gran discusión con su pareja cada vez que salen de casa. Yo la tengo casi tocando al techo.


Sí chicas, papadesquiciado es un maldito cascarrabias de la vida, y hacer con él cualquier cosa es un suplicio innecesario.


Salir de casa siempre es un problema. Empezamos porque cojas esto, te lleves aquello, vistas a las niñas, no te ocupes solo de ti mismo, etc.

Además parece que el salir de casa le pone de mal humor, y yo que he acabado cargando con todo lo referente a las niñas y al planing del día pues no le aguanto una, y acabamos como el perro y el gato siempre.


Puedo mentalizarme de que ese día no acabaré mandándole al carajo, pero no funciona, siempre acabamos enfadados. SIEMPRE.



Luego entramos en la parte del coche, la niña por el camino vomita, la otra pregunta ocho millones de veces que cuando llegaremos, yo y papadesquiciado estamos de morros mirándonos por el rabillo del ojo y odiando todo lo que el otro hace, la peque que ahora tiene pipí, la otra que no quiero esta canción, sino la otra, y la otra que esa canción sí pero la que quiere mi hermana no.


El coche en ese momento es una olla exprés a punto de explotar.


Ya llegando hacemos las paces papadesquiciado y yo con cualquier tontería (normalmente) y cuando aparcamos, por fin, parece que todo va bien, y ahí nos echamos una foto. Todos estamos contentos… pero no por mucho tiempo.


Llega el momento de andar y una no quiere, la otra ya está cansada y las dos se aburren. Ahí entramos en otra pequeña crisis: ¨Póntela en la mochila, te he dicho que te trajeras el carro, esto es lo que hay y tú, por favor, para un ratito ya que me vas a volver loca¨


Morros de nuevo… Pero las aguas vuelven a calmarse y ahí te echas otra foto : ¨Mira tú que buen día y que bien lo estamos pasando ¿Eh?¨


Ahora llega el momento de comer, y os hacéis otra foto del plan: ¨Jo, que guay, a disfrutar de una buena comida, ¡Qué hambre!¨

Lo de a disfrutar ya os digo yo que no, pero el modo de entrar en crisis de nuevo depende de dos variantes:

Si llevas tu la comida: Habrá pelea de todos contra ti porque te has olvidado eso que uno quería, o esto a mi no me gusta, o no me apetece, y yo no quiero, y quiero comprar aquello... A lo que tú contestas hasta las narices ya: ¨¡Pues haberlo preparado vosotros que no se os habría olvidado nada!¨ o ¨Os pregunté mil veces qué queríais y no me contestasteis ¨

Si vais a comer a un restaurante: El problema será que las niñas pedirán algo de lo que no están seguras, pero tú las dejarás porque venga, hoy es un día especial. Al final acabaréis enfadados porque no lo quieren y quieren tu comida. Así que tu acabas comiendo algo que no quieres y cediéndoles tu plato. Además no pararán quietas en la mesa y es más que posible que se peleen un par de veces y haya incluso algún agarrón de pelo.



Al acabar la comida y ya con el café pueden ocurrir dos cosas: O bien estás hasta los ovarios y no te haces ninguna foto porque las niñas no han parado ni un momento y al final han guarreado más que comido, y tu no te has podido ni relajar, ni desconectar, ni disfrutar, ni tan siquiera comer, o se han portado medianamente bien y bueno, nos echamos una foto porque mira, la comida no ha ido tan mal como pintaba al principio.


De vuelta a casa echas la foto de: ¨Vaya, se ha terminado el día, con lo bien que lo estábamos pasando, que ha sido un día genial y hemos descubierto un montón de cosas guays¨ (Memoria selectiva se le llama)


Y ya camino de casa volvemos a las vomitonas, al yo no quiero esa canción pero yo sí, al cuanto queda para llegar a casa, a discusiones con papadesquiciado porque se ha equivocado de salida, y al ¨deseando estoy de llegar a casa y dejar de escucharos un rato¨


Esta situación se puede extrapolar a absolutamente todas las demás salidas de ocio familiar, por ejemplo:

En la piscina: foto ahora que los niños han salido del agua por fin, que me tienen agobiada de no poder ni tumbarme a tomar al sol, que estoy agotada ya de vigilar y de estar metida en el agua.

En hacer manualidades: Foto a las creaciones perfectas que hemos hecho (más mamá que los niños) ahora que hemos limpiado todo, y justo en este momento que sale el niño sonriendo y disfrutando sin romper nada (reconozco que yo soy más de hacer fotos a los desastres y a las mesas y suelos llenos de pintura, me divierte más la cara oscura de la creatividad)

En un día de compras: Foto ahora que he encontrado a la niña que se había escondido entre unos maniquíes y casi me da un infarto mientras ella se partía de la risa.

En una comida familiar: Foto ahora que han dejado de comerme la cabeza con sus cosas, que mira que comida tan rica y que importante es la familia.

En la playa: Foto ahora después de haber salido detrás de las niñas veinte veces y de hinchar manguitos, chalecos, colchonetas, flotadores, la piscinita que lleno de agua de la playa a cubazos, poner la sombrilla, colocar las toallas, que me las hayan llenado de tierra cuarenta veces en cinco minutos, que la pequeña se haya tragado medio kilo de arena entre baño y baño (que es que ella quiere hacer el castillo, pero en su tripa) de haberlas embadurnado de crema y después de estar ya agotada y roja como una gamba.


Y hablando de playa os voy a contar la historia de como un día casi me ahogo mientras mi familia prefirió salvar la colchoneta y me miraban desde la orilla. De ese día no tenemos ni una foto, imaginaos mi nivel de mosqueo…



El año pasado fuimos a una cala muy bonita, pero hacía muchísimo viento y la marea estaba como las cabras.


Habían unas olas, no muy altas (la mayoría) pero sí muy seguidas y muy fuertes.

Cómo somos así de listos hinchamos la colchoneta, y claro, las niñas no querían entrar sin ella, pero la verdad es que no fue buena idea porque ¡Madre mía! Que difícil era subirlas y mantenerla estable… La marea la traía y la llevaba a una velocidad de vértigo... Incluso nosotros mismos íbamos dando tumbos porque se nos llevaba la corriente.


La marea cada vez estaba más alta, y tuvimos que echar atrás las toallas unas mil veces. Una de esas veces no llegamos a tiempo y el mar se tragó la mía (como no) y para recuperarla tuve que hacer un poco el ridículo... Pero lo superé rápido al ver cuánta gente en la playa estaba haciendo el ridículo ese día. Miles de toallas fueron tragadas por el mar, y miles de personas también.


Era uno de esos días en los que como no salgas segura y rápida hacia la orilla y por casualidad te caigas, no puedes levantarte en mil años, y ya tienes que vivir yendo y viniendo con las olas del mar. Eso o que alguna alma caritativa te ayude. O hasta que te ahogues, una de dos.


Pues al final vino una ola ja puta y se nos llevó por delante a los cuatro.

Efectivamente yo caí con la pequeña en brazos, y si ya era difícil levantarse una sola, con una niña imposible.

La mantenía arriba con los brazos en alto mientras iba y venía intentando levantarme al llegar a la orilla, pero nada, no podía.


Así que como madre que quiere a su descendencia empecé a buscar una solución... Miré a mi alrededor y me di cuenta de que cuando llegaba a la orilla chocaba todo el rato contra la pierna de papadesquiciado, que a su vez tenía sujetada a mi hija mayor, que a su vez sujetaba la colchoneta como si no hubiese un mañana.

Así que pensé: lánzale a la niña o vais a morir todos…


Y la siguiente ola me llevó de nuevo hasta su pierna y le grité lo más alto que pude: “¡¡Prepárate, que a la próxima te doy a la niña!!"


Cuando la ola me devolvió a la orilla la levanté lo más alto que pude y, por suerte, la consiguió coger mientras mi otra hija no soltaba la colchoneta ni aunque la matasen (menuda es) y yo ya les dije adiós con la manita mientras se me llevaba otra ola, así, a modo de despedida: ¨Adiós queridos míos, que me quedo aquí a vivir entre las olas¨


Papadesquiciado consiguió sacar a las niñas a la orilla a trompicazos y a la colchoneta, claro.

Y ahí seguía yo luchando por salir mientras ellos miraban y se reían, y aunque estaba ya un poco más tranquila por verlos fuera del agua, mi rencor hacia ellos crecía, sobretodo al ver ahí a salvo a la colchoneta.


Se empezó a apoderar de mi un odio visceral hacia ella, que estaba ahí en la arena y parecía que se estaba burlando de mi: ¨Mira, mira, a mi me han salvado y tú sigues ahí de dentro hacia fuera y ni siquiera te ayudan, pringada ¨


Al final conseguí levantarme a cuatro patas, de la forma más absurda y ridícula que pude, con el bikini totalmente girado, bajado y subido, y llegué a la orilla mientras las olas iban dándome golpes y desestabilizándome a cada paso. Fue la salida más poco elegante que he visto o vivido nunca antes.


Cuando llegué a su lado, y sin pararme, con la poca dignidad que me quedaba, les dije bajito:

“Ya os vale ¿Eh? Que habéis preferido salvar a la colchoneta antes que a mi…”


Y me fui directa a la toalla mojada, me tumbé boca abajo y ahí estuve casi sin moverme hasta que se fue yendo la gente que me vio hacer semejante ridículo.



Así que no, ese día no quise foto de ocio familiar, tan solo quería pinchar y abandonar a aquella colchoneta que mi hija había cogido con todas sus fuerzas para que no se la llevase el mar, mientras su madre agonizaba entre las olas ¡Que no hubiese dado por ser esa colchoneta!


Así que señores, señoras, niños y niñas, no olvidéis que una madre siempre vale más que un colchoneta. No me seáis cabrones. No me seáis como mi familia.


Aún no entiendo como nos quedan ganas de ocio familiar. Aunque imagino que las cosas malas se acaban olvidando, y quedan las buenas y bonitas. Y si yo he sido capaz de reírme hasta las lágrimas de cuando me abandonaron por una colchoneta, todas podéis olvidar los malos momentos de una excursión en familia.



La conclusión es sencilla:

Si veis fotos de ocio familiar perfectas no penséis que sois los raros que no sabéis disfrutar, o que vuestra familia está más desestrucutrada o menos unida que las demás, NO, pensar que la foto es un instante de un día, y que ese día posiblemente haya sido igual de estresante y de caótico que los vuestros, pero más vale enseñar una sonrisa, que no como ha dejado el asiento de atrás tu hija de vómito.


¿Vuestro ocio familiar que tal? ¿También os peleáis al salir de casa? ¿Tenéis alguna historia divertida que compartir conmigo?


Y ya sabéis, si os ha gustado suscribíos, compartir y comentarme ¡Me encantará leeros!


hijotada del día:


Ojalá fuera un huevo frito para saber que se siente cuando te fríen y se convierte la clara de transparente a blanca...


¡Hasta la próxima amiguitas!