Viajes familiares
¡Hola amiguitas!
A nosotros ya se nos han acabado las vacaciones, y como vuestra amiga desquiciadita favorita vengo a contaros la realidad de las vacaciones en familia, que no son lo mismo que las vacaciones cuando no teníamos hijos. Se que probablemente lo sepáis igual que yo, pero todo es diferente empezando por las cantidad de equipaje.

Antes nuestras maletas se componían en gran parte de porsiacas (por si acaso hace mucho calor, por si acaso hace frío, por si acaso vamos a hacer senderismo, por si acaso vamos a la piscina, por si acaso salimos a cenar, porsiacaso salimos de fiesta, que sí ¡Vaya tontería! Si no voy a hacer otra cosa que no sea salir de fiesta...) y ahora se llena de porsiacas más pequeños (por si acaso el peque se hace pipí, por si acaso se ensucia los zapatos y necesitamos otros, por acaso se cae, por si acaso, por si acaso, por si acaso, por si acaso...)
Juguetes, toallitas, pañales (no me digáis que no es un alivio cuando dejan de usarlos, y no porque ya no tenemos que cambiarlos, NO, sino porque no los tenemos que llevar como equipaje) doble de ropa, productos de higiene... Y normalmente nos olvidamos de prácticamente la mitad de lo nuestro. En cuanto a los peques lo más seguro es que no utilicemos un cuarto de todo lo que llevamos (y que son tres cuartos de nuestro equipaje total)
Hay muchos tipos de viajes, y todos se complican con niños. Yo hoy os voy a hablar de los viajes en coche, que es el que nosotros hemos hecho, unos de los peores del universo.

Si queréis saber lo que pueden llegar a ser los viajes en avión no os perdáis el post de un viaje inolvidable primera, segunda y tercera parte, ahí descubriréis las maravillas de estos viajes.
Ojo, que el viaje empieza con un tetris complicadísimo en el maletero del coche (imaginaos la musiquita del tetris y vosotras metiendo, girando y sacando equipaje) ahí empezáis a daros cuenta de que os habéis pasado con los porsiacas, pero ya es tarde ¡tiene que entrar TODO!
Si tenéis animales podemos aumentar el nivel de dificultad ( nosotros con perrabasurillas y la coneja tenemos un nivel ya experto, dificultad máxima)
La mejor idea que se puede tener es la de viajar de madrugada. La carga del coche y la bajada de mascotas y niños se complica otro nivel, pero así conseguimos unas horas de tranquilidad en el trayecto.
Aún y así no os quiero engañar, cuando se despiertan se acabó la tranquilidad, y lo que son 5 horas de viaje puede alargarse incluso al doble.
Da la casualidad de que normalmente el primer tramo del trayecto suele ser perfecto. Ahí cometes el error de pensar que todo va a ir bien, porque habéis hecho la mitad del viaje (o más) del tirón, sin interrupciones y sin sobresaltos... ¡Ingenuos!
Nada más lejos de la realidad, la segunda parte del viaje suele ser la peor ¿Que porqué? Pues porque es cuando se despiertan.
Precisamente por eso solemos murmurar sin parar: ¨No paramos hasta que se despierten¨ porque inconscientemente sabemos que cuanto más tramo hagamos mientras duerman, mejor, porque después ya no va a poder ser.
Una vez despiertos empiezan los: me duele el culo, quiero bajar, tengo pipí, tengo caca, quiero que me de el aire ¿queda mucho para llegar? tengo hambre ¿paramos aquí? y todo esto en bucle y sin parar.

En nuestro caso cada vez que pasábamos una gasolinera o un área de descanso de largo Minilapagirl gritaba: ¡¡Cacaaaa!! SIEMPRE. TODO EL VIAJE desde que se despertó.
Quería bajar y no quería subir. Decía que se iba caminando al pueblo ella sola, porque no quería más coche, lloraba, pataleaba, comía y volvía a llorar. Sin parar. Una vez y otra y otra y otra... Yo solo quería abrir la puerta del coche y tirarme sin importar las consecuencias.
Así tardamos exactamente lo mismo en el primer tramo cuando estaban dormidas, que en el segundo tramo (quedando la mitad de kilómetros para llegar)
Y claro, unos padres cualquiera tienen miedo a que se mareen y se vomiten (que es lo más probable) y paran cuando se ponen un poco insoportables, porque es mucho mejor eso que la potada del siglo en el coche y su posterior limpieza con toallitas, pañuelitos o toalla.
Pero OJO, llega un momento en el que eres muy consciente de que si comen, se vomitan, y sopesas si te compensa el vómito con el ratito de tranquilidad que te da que coman en el coche. Y a veces SÍ compensa ¡Vaya que sí! Así que aún siendo completamente consciente de que se van a vomitar, tú le das las patatitas y disfrutas de esos minutos de tranquilidad en el coche. Bueno, igual esto no lo hace todo el mundo, pero yo que soy una madre pésima de manual sí lo hago, y si os cuento un secretito, a veces se me olvida coger ropa de recambio. Soy lo peor, lo se.
Y así tardamos casi 8 horas en llegar, cuando sin niñas hubiésemos llegado en 4 horas y media.
Pero esto ya lo sabíamos, amiguitas, tenemos hijas que se marean y vomitan con mucha facilidad (sí, las dos) estamos acostumbrados a vivir así los viajes, al límite. Cualquiera se quedaría en casa, pero nosotros somos unos temerarios, unos aventureros (y un poco lerdicos, eso también)
Llegar y descargar tampoco es sencillo.
Los niños tienen ganas de salir disparados, y la contención se complica. Esto en realidad a nosotros no nos importó mucho, porque veraneamos en una aldea pequeñita y mucho peligro no corren. De hecho en nuestro caso es más bien al contrario, abrimos puertas, desabrochamos cinturones, y con ojeras hasta los pies y cara de enfermos gritamos: ¨Arreando ¡A correr!¨. Eso incluye a perrabasurillas que de vez en cuando también nos da un concierto de aullidos.

Lo complicado para nosotros viene a continuación: llegamos a una casa que está cerrada todo el año, y la apertura de puertas, candados, agua, luces, limpieza (mil arañas que ven su hogar amenazado) colocación de equipaje y comida, sacar sábanas y plásticos que tapan camas y muebles (exactamente como en las películas de miedo, que digo yo que en una casa cerrada a cal y canto poco polvo debe de entrar, pero mi familia es muy de sábanas en los muebles) acomodar a las mascotas, a las peques y a nosotros...
Todo esto después de un largo y agotador viaje se vuelve una misión imposible, pero lo haces pensando en el después, cuando por fin te sientes y lo tengas todo listo y puedas disfrutar por fin de las preciadas vacaciones. ¿He dicho preciadas vacaciones? EJEMMMM... Sobra decir que los padres no tenemos vacaciones propiamente dichas (ni propiamente ni impropiamente, no las tenemos y punto) y que solemos necesitar unas vacaciones de las vacaciones con urgencia.
Los niños podrían tener un botón modo holidays que al accionarlo de repente dejen de dar por saco, coman y duerman súper bien, no tengan pataletas y obedezcan a la primera, pero no, probablemente sea al contrario, estén más rebeldes e insoportables.
Las mías decidieron que la siesta era algo pasado de moda y no iban a desaprovechar ni un minuto durmiendo pudiendo dar por culo, así que ni una siesta me he echado, ni una pequeña...
Por las noches también apuraban al límite, y ese límite eran las 2 de la mañana o más (y sin parar) cuando ya les pedía por favor que se duermieran con lágrimas en los ojos y un tic nervioso, o que por lo menos estén quietas porque ya no puedes más, y te arañas la cara y te arrancas el pelo al borde del colapso. Ahí ya veían que ibas en serio y la mayoría de las veces (que no todas) se acababan quedando medio quietas y durmiéndose. El tiempo en familia está bien, pero a veces está sobrevalorado. Nosotros ya sabemos que trae momentos buenos, otros que no están del todo mal, y otros en los que saltarías por la ventana sin mirar atrás y para no volver jamás.
¿Vuestros viajes también son tan moviditos? ¿También tenéis que parar mil veces? ¿Se marean mucho o tenéis suerte?
Hijotada del día:
- Oye hija, te recuerdo que tenemos algo pendiente... - Pues tú no se, pero yo tengo dos.
¡Hasta la próxima amiguitas!